domingo, 20 de septiembre de 2015

Se acerca el invierno

En noches como esta, embriagada por una lectura subida de tono romanticamente hablando, encadenada por la unión de responsabilidad más tiempo necesario para dormir. Aquí me hablo, sin poder negarle a mis ansias de decirme a mi misma las ganas inmensas que siento por disfrutar de alguien, como el libro me recuerda que las parejas que se quieren hacen. De sentir esa mirada ardiente que no se apaga, día tras día y ser tu la culpable de esa llama. Irte a dormir triste por el echo de que no sea con esa persona pero feliz de saber que en cuanto pase la noche, le volverás a ver. A cada uno le llega su momento, cuando le tiene que llegar o cuando menos se lo espera.  O eso dicen. Pero, aunque se suponga que este no sea el mejor momento de tener a alguien a quien regalarle tu tiempo, quiero tenerlo. Quiero tener en quien pensar y que me digan que pienso, al contemplar esa sonrisa tonta que surge en el rostro. A veces se acompaña de sonrojado pómulos que terminan por delatar un secreto a voces. Estás enamorada. ¿Y qué me dicen de esos suspiros?  Ay, ese aliento que se escapa y nos dejan sin respiración,  sin oxígeno para pensar con claridad, pero te quedas sin él y la pérdida mirada.
Luego se derriba ese telón para que choquen las dos películas teatralizadas, la de los dos buenos amantes, que se respetan y aman. Y la de aquellos que tienen desviada la mirada. Pensando en otras flores, en otros besos... Un oscuro vacío de nada.

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